Algunos días, cuando está en España, mi hija desayuna con el señor Aísa y conmigo. La miro embriagado por el aroma del café y a través del imaginario humo de los cigarrillos ( aún no he asumido que prohibieran fumar en los bares, claro que a los muertos no nos perjudica el tabaco ) y la veo hablando con esa seguridad que da el principio de la vida, la veo tan crecida, tan bella,tan inteligente y cosmopolita... tan lejos, entonces siento que la vida se me escapó como bolitas de mercurio entre los dedos.
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